A fines de marzo, en La Haya, Holanda, durante la reunión preparatoria del tercer ciclo de reaprovisionamientos de recursos del Fondo Mundial para el SIDA, la TB y la Malaria (FM) se reabrió la discusión sobre el criterio de elegibilidad y de priorización de países de renta media y media alta (RM/RMA). Esto es parte de una nunca postergada agenda de los donantes de reducir la cantidad de países beneficiarios del FM a “los más pobres entre los pobres”.
Para alimentar esta discusión, la Junta del FM solicitó un estudio sobre la co-inversión en salud de los países de renta baja en África y de RM/RMA en países no africanos. Los datos son contundentes: los países de RM/RMA financian la mayoría de sus gastos nacionales de fuentes domésticas a través de sus presupuestos nacionales de salud, esquemas de seguridad social y privada. En cambio, los países de África dependen en más de un 90 por ciento de la cooperación internacional, incluyendo al FM*.
Si asumimos al Fondo como un mecanismo multilateral para financiar la lucha contra las tres enfermedades fortaleciendo además los sistemas de salud, podemos afirmar -siguiendo el mismo argumento del estudio- que los países de RM/RMA ya contribuyen en forma sustancial, sostenible y relativamente predecible (aunque no lo depositen en una cuenta en Suiza).
Sin embargo, el Fondo es global y lo que debe financiar es la lucha contra las epidemias, no países. En los países de RM/RMA existen importantes brechas que requieren de una inversión externa y catalizadora.
Por ejemplo, muchos gobiernos que financian los programas de tratamiento del VIH/SIDA y de su transmisión vertical, tienen serias dificultades políticas, ideológicas, morales, legales y técnicas para apoyar programas de intercambio de jeringas, de prevención con trabajadoras sexuales, gays/HSH y transgéneros, con personas privadas de la libertad, migrantes, etc.
Es importante destacar, por ejemplo, el caso del Brasil que, además de financiar su propia respuesta, ha contribuido con cooperación horizontal con África y el resto de Latinoamérica, financia UNITAID y además (junto a otros países de la región) ha contribuido a bajar sustancialmente los costos de los medicamentos.
Tal vez sería más razonable explorar un modelo en el que estos Estados puedan contribuir y a la vez recibir recursos, como es el caso de Rusia y China. Pero sería justo que los aportes domésticos reales para la lucha contra el SIDA, la TB y la Malaria sean reconocidos de la misma forma que lo son las donaciones y subvenciones.
De todas maneras, los países de RM/RMA sólo han requerido en la vida del FM el 15 por ciento de los recursos, ya que el 85 por ciento restante ha sido para los países de renta baja. Si la comunidad de los donantes quiere resolver sinceramente la crisis de financiamiento del Fondo, será más oportuno hacer cuentas que perder el tiempo con “chivos expiatorios”. Es tiempo de hacer un mejor uso de las evidencias que de las “agendas”.
Javier Hourcade Bellocq
Amigos del Fondo Mundial
Buenos Aires, 29 de marzo de 2010.
* Este es un análisis del total del gasto, sin una ponderación sobre si este cubre las necesidades de prevención y tratamiento. Al revisar los informes de UNGASS en SIDA este año, confirmaremos que estos no son suficientes.
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